viernes, 2 de julio de 2010

Cigarrillo.

Viernes por la noche y donde menos esperaba encontrarme allí estaba yo, rodeada de desconocidos que me adulaban con un cigarrillo sin terminar y otro preparado para ser encendido. Bailaba sin parar, pero él se sintió obligado a venir a mi.

-Tú odiabas el tabaco.-Decidió saludarme así, pero no me sorprendió. Él nunca me había visto fumar y yo sabía que se dirigía a mi, pues a decir verdad no le quité los ojos de encima desde que entró.
-Y lo sigo odiando...
-¿Entonces?-Preguntó quitandome el cigarrillo encendido.
-Me une a ti.-Dije sin pensar nada, encendiendome otro.
-¿No me hablas pero fumas para sentirte unida a mi?
-Si no te hablará no habría dejado de bailar. Además, a ti se te ve bien sin mi.
-No lo estoy, pero es algo mio. Entre nosotros todo es asi...
-¿Define así?
-Intenso. ¿Eres feliz?
-Eso depende de que entiendas por ser feliz.
-¿Dónde está lo que yo conocía de ti, lo que me enamoró?
-Está exactamente en la puerta del bar llorando, igual que la última vez que cruzamos más de tres frases.

Me di la vuelta, pues sabía perfectamente que aquella conversación nos estaba haciendo daño a los dos. Lo peor es que nada cambiará nunca; él es el amor de mi vida, no el hombre.

De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía...