Fotografía de Antonio Camoyán
El frágil cuerpo de mujer quería confundirse con el paisaje, fundirse con las rocas que la recogían y abrazaban como el vientre materno. Estaba tan solemne allí postrada ante la belleza de la naturaleza que un día nos regaló la vida a todos, agradeciéndole el milagro de haber hallado un lugar a donde ella se sentía pertenecer.
Era una sirena muda, era Ligeia privada de su melodía. Una mujer hermosa, apasionada e intelectual de pelo negro y ojos oscuros esperando la muerte de Lady Rowena.
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