martes, 26 de noviembre de 2013

Náyade.

Cansado de tanto andar el peregrino se acercó al sonido de aquella catarata, sin esperar encontrar allí a una de las hijas del titán Océano. No esperaba encontrar en aquella odisea que vivía una mujer tan bella.
Se adentró en las aguas del manantial, y comenzó a nadar hacia la cortina de agua que había al final. Al acercarse la preciosa Nomia descubrió su presencia el joven comenzó a sentir que enloquecía. Su mente no estaba capacitada para procesar semejante belleza, sus manos deseaban deslizarse por una piel que se le mostraba exquisita, se le antojaba enredar el frágil cuerpo de la náyade con sus brazos cansados. Pero ella se zambulló en el agua cristalina y Ganimedes nunca volvió a verla.
Al llegar al pueblo más cercano preguntó por ella mas no obtuvo respuesta alguna, nada más que encontró miradas recelosas que parecían juzgar su entendimiento. Al entender que nadie le hablaría de Nomia, pues nadie la había visto jamás, se dedicó a pintar cuadros en los que podía verse a la náyade, la mujer más hermosa que nunca había existido. Pasaron los meses y murió solo, rodeado de cuadros que dejaban en el mundo la huella de su locura.

1 comentario:

De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía...