"Siempre me preguntaré porqué apareciste en mi vida, y tal vez durante muchos años continúe arrepintiéndome de haberte dejado entrar en ella. Y es que hoy por fin me decido a dejarte marchar, a irme y no permitir volver a dejarte pasar porque antes de ti todo era muy diferente, nunca antes me había sentido tan derrotada. Felicidades, Sam, has matado algo tan maravilloso como es una sonrisa. Y es que ya ni siquiera me apetece sonreír para fingir que soy fuerte, ya no... Ahora no me importa lo que pienses, ni que veas mis lágrimas, incluso puedes reírte de ellas si te apetece, al fin y al cabo, yo no voy a volver a verte."
Oriane había empezado a escribir demasiadas cartas de despedidas y al final siempre decidía que lo mejor era marcharse sin más. Esta vez estaba más convencida que nunca, y al parecer no era la única. Lo único que podía esperar era que él no se arrepintiese y un día, sin motivo alguno, volviese a llamarla y decirle lo que decía cada vez que sentía que la perdía. Esta vez no, por favor, déjala continuar y no vuelvas a tirarla al suelo como si fuese una cáscara de pipa.