miércoles, 26 de febrero de 2014

El mar.

Se enamoró del color y la paz del mar, y nadó hasta llegar al punto en que el cielo y el océano se funden. Una vez allí sintió dolor, pena. Pensó que había fracasado. Siempre intentó ser como el mar, y por ello su vida estaba llena de olas. Iba y venía, sin preocuparse de nada. Llegaba, vacío, siendo solo él. Sin embargo, cuando se marchaba llevaba entre su enfurecida espuma un poquito más de ella. Con cada abandono ella se deshacía, y se quedaba allí, inmóvil, esperando que volviera. A veces tardaba en volver, pero llegaba una ola enorme que desordenaba todo su mundo.
Él sentía el fracaso, por haber sucumbido al vaivén de las olas y no saber quedarse, permanecer y fundirse con una naturaleza tan diferente y lejana. Lejana, no distante. Avanzaban paralelamente, uno al lado del otro. Sin tocarse, y en etapas incluso sin mirarse.
Tal vez un día se funda con otra realidad, y se olvide de toda la arena que esa playa le regaló.

lunes, 17 de febrero de 2014

Sinceramente.

Oriane estaba sentada mientras Aleixo la miraba. Estaba triste y él quería besarla. Lo intentó, pero ella se giró antes de que su boca la quemara.
-No puedo. No puedo dejar que me beses. Porque solo quiero que me beses se vas a quererme solo a mi, y sé que no puedo pedírtelo. No a ti, no ahora. Quiero que me quieras, a mi. Como soy. Con todo lo que conlleva. Sé que no puedes, por eso bésame cuando puedas ser solo mío. Yo seguiré aquí, siendo tu amiga. Espero que cuando puedas quererme yo siga queriéndote a ti.

sábado, 8 de febrero de 2014

Madrugadas.

Solo nos vemos de madrugada, cuando el alcohol nos inunda. En esos momentos en los que yo puedo mirarte con soberbia mientras paso por tu lado, y tú callas en el más profundo silencio esperando una palabra de mi boca. Ya sabes lo que quiero, lo que busco. Quiero que lo grites o lo susurres, pero que lo digas.
Nos quedan las miradas, cada fría madrugada nuestras miradas se cruzaran en el bar mientras, cada uno en un extremo de la barra, pedimos más alcohol. Y alguna noche, uno de los dos habrá llegado al estado etílico que hace que se acerque al otro a decirle que lo quiere. Lo diremos, y al despertar con el dolor de cabeza y volver al calor de una copa obviaremos ese momento y continuaremos sin emitir una sola palabra. Solo a mirarnos.

De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía...