miércoles, 26 de febrero de 2014

El mar.

Se enamoró del color y la paz del mar, y nadó hasta llegar al punto en que el cielo y el océano se funden. Una vez allí sintió dolor, pena. Pensó que había fracasado. Siempre intentó ser como el mar, y por ello su vida estaba llena de olas. Iba y venía, sin preocuparse de nada. Llegaba, vacío, siendo solo él. Sin embargo, cuando se marchaba llevaba entre su enfurecida espuma un poquito más de ella. Con cada abandono ella se deshacía, y se quedaba allí, inmóvil, esperando que volviera. A veces tardaba en volver, pero llegaba una ola enorme que desordenaba todo su mundo.
Él sentía el fracaso, por haber sucumbido al vaivén de las olas y no saber quedarse, permanecer y fundirse con una naturaleza tan diferente y lejana. Lejana, no distante. Avanzaban paralelamente, uno al lado del otro. Sin tocarse, y en etapas incluso sin mirarse.
Tal vez un día se funda con otra realidad, y se olvide de toda la arena que esa playa le regaló.

1 comentario:

  1. Quizás lo mas lo mas horrible y encantador es que siempre será el mar.

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De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía...