domingo, 31 de marzo de 2013

Lucha de Titanes.


Ninguno de los dos iba a admitir nunca lo que ocurría en su interior cuando aquellos ojos se encontraban, las sonrisas, el fruncir el ceño… Todo aquello era por algo, era una mera manera de conseguir seducir al oponente.
Y al final siempre terminaban cuerpo a cuerpo, la fuerza psíquica y la fuerza física, el poder del deseo que inoculaba la pequeña y dura titánide en su oponente que siempre la dejaría jadeando. Cansada y satisfecha.
El titán, fuerte y frágil ante aquella mirada, la aplastaba con su imponente cuerpo agarrándola por el cuello como si quisiera asfixiarla mientras ella lo miraba a los ojos con rostro iracundo, repitiendose a sí misma que esa guerra tenía que ganarla. O empatarla. Tenía que ser una guerra en la que, aunque ella fuese sometida, no se sintiese humillada. Era entonces, cuando con un impulso de sus caderas, conseguía estar sobre aquel titán de musculos ejercitados, desgarrandole la piel con las uñas, y él a dentelladas contra su pecho amazónico.
Y piel contra piel el sudor se mezclaba, la tierra del campo se pegaba a sus cuerpos pero no importaba, seguían luchando. Ella gritaba y él tornaba los ojos en blanco; la batalla había terminado, pero no la guerra. Entonces mientras la titánide recobraba fuerzas tumbada en la tierra el titán se alejaba, hasta la próxima lucha.


jueves, 21 de marzo de 2013

Cuentos de princesas.

Dejarse fluir, poner en toda palabra cada sentimiento, que se mezclen y se confundan. Que te confundan. Ser la princesa recompensa del cuento, o ser solo una más de tantas que gusta de comer perdices, eso dejó de importar y ahora se comen aquellas aves jugando a hacerla creer que es como Dulcinea, o que llegarían a trepar por su pelo para poder estar con ella. 
Y si ahora te apetece, lamento decirte que esta Rapunzel se cortó el pelo, que Cenicienta despertó sin beso alguno, y Bella no permitió que ninguna Bestia la encerrara. Aprendió que si quiere comerse una perdiz hay miles de principitos, pero a la hora de morir por el amor de la dama todos los pretendientes que la esperan bajo el balcón huyen despavoridos.
Y claro, es que es muy fácil conseguir llevar al banquete a una princesa que usa minifaldas y que no teme al poder real del matrimonio, a la ideología machista de que la mujer tiene que casarse y ser recatada. La princesa de esta historia puede pelear en defensa de su honor, que, seguramente, escribirá versos a la luna por el amor de algún campesino y su amor sincero al que cortejará sin miedo. Es una pequeña Blancanieves que no se perdió en el bosque si no que fue allí en busca de su espíritu debilitado.
Es un princesa que, como Garcilaso en su égloga III, se automitificará.

sábado, 16 de marzo de 2013

Sit down

Sentarme en la cama, a mirar una pared donde algún día pondré una frase que no me canse de leer cada mañana, o en cada momento de stand by, esa frase que me traiga la inspiración, o una frase que Oriane me haya susurrado al oído.
Sentarme y no pensar en nada, y a la vez pensar en todo. Dejar que las lágrimas se derramen con cuentagotas con la vana pretensión de que poco a poco todo el dolor, toda la tristeza, salga de mi cuerpecito. Todo, hasta vaciarme. O hasta llenarme.

jueves, 7 de marzo de 2013

Aguantarse las ganas.

Eso de resignarse a mirarla de lejos, de verla sonreír, de ver como vuela de un beso a otro.. Aguantarse las ganas de ir y besarla, porque qué pensaría el mundo. Lo difícil de saber que está esperando que me acerque y la salve de todos aquellos que no ven más allá de sus vestidos cortos, que todo -o casi todo- es solo para que la busque, porque ella se cansó de ser la que corra tras mi. No puedo hacer nada, tengo que quedarme aquí, en este rincón, de donde no debería haberme movido...
Puedo ver que arde, que me mira y fingir que no me importa; aunque ella siempre será importante, siempre querré cuidarla... Pero supongo que, como yo, ella ha crecido y ya no me necesita. Ella ya sabe cuidarse sola, siempre supo.
Necesito perderme, perderla un rato y aprender que sin el sonido de su risa la vida es mucho más seria. Mi necesidad de ser grande me obliga a dañarte, pero no es lo quiero, no quiero ni lastimarte ni hacerme grande, porque a tu lado eso nunca importó...

De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía...