Y es que desde que aquel día tuviste su sonrisa en tu
almohada dándote los buenos días empezaste a levitar, a volar poco a poco… Pero
fue tanto tiempo acostumbrado a las mañanas sin querer salir de la cama, a los
besos en la espalda antes de dormir, a su olor [que cuando todo va mal es a lo
que te aferras porque sabes que siempre estará cuidándote] , que poco a poco
fuiste acercándote al sol. Y hacía calor, y las cosas ardían con facilidad,
pero no querías volver a poner los pies en el suelo, tener que alejarte de la
esfera. Perderla. Y te quedaste, girando a su alrededor, cada vez más lejos;
hasta que ya el sol no quemaba, solamente calentaba. A veces echas de menos
todo ese fuego, esa pasión, ese intentar brillar cada día, y vuelves a volar
dando vueltas al sol.
jueves, 13 de diciembre de 2012
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