jueves, 19 de diciembre de 2013

Ceniza y chicle de menta.

Después de las miradas, de las caricias y de saciar las ansías que sentían el uno por el otro, él se encendió un cigarrillo y ella se metió en la boca un chicle de menta.

-Ahora entiendo porqué la menta siempre me recuerda a ti.
-A mí sigue dándome asco el sabor a ceniza...

Él sonrió mientras se vestía, mirando como ella se recostaba, aún desnuda sobre aquella roca. Oriane tenía los brazos abiertos y las piernas cruzadas.

-¿Por qué me miras así?
-Me gusta mirarte, hace que me de cuenta de que es verdad. Así, aunque no lo sea, podré recordar cada detalle.

Él se tumbo a su lado, abrazándola. Ella aprovechó para acariciar su espalda, hasta que de pronto se dio cuenta de que o se deshacía de aquel momento dulce o dejaría de poder controlar lo que siente. Hasta ese momento ella solamente se había dejado llevar, y le encantaba que él hubiese ido a tumbarse junto a ella... Sabía que no estaba bien, que en la cabeza de ambos aquello tendría repercusiones...

-Creo que deberías irte- Dijo Oriane mientras dejaba que su brazo cayese de nuevo sobre la roca. Él la miró extrañado, sabía que algo había cruzado su mente tiñendo de gris aquel paisaje de colores cálidos.
Se marchó, sin poner queja, sin ni siquiera besarla. Ella se quedó allí, sonriendo de una forma distinta. Tranquila por fuera y sintiéndose flotar. 

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