martes, 10 de diciembre de 2013

Cosa extraña.

"Que sus pestañas sigan acariciando mis labios", pensó y, con esa sonrisa que solo le sacaba pensar en Aleixo, lanzó la moneda a aquella fuente que una vez Sam le enseñó.
Había llegado a ese lugar sin darse cuenta, y se había sentado a mirar como el agua caía cuando ese deseo vino a su mente. Vino, aunque siempre había estado ahí; desde que ella era pequeña. Vino, porque una vez dio por perdido todo aquel apetito que sentía al ver aquella piel blanca y suave. Esa piel que en contacto con la de Oriane dejaba de ser tan fría, y esa boca que cada vez sonreía con mayor facilidad. Todo eso que había ansiado poseer durante años sin perder la fe, todo eso que al empezar a tener la asustó y la hizo huir a unos brazos que no la abrazaban de verdad.
 "Que sus pestañas sigan acariciando mis labios, porque mi voz seguirá acariciando su nombre"

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