viernes, 29 de mayo de 2020

De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía hacer.
Había vuelto a esas noches de alcohol, de cigarrillos de la risa, de vestiditos y tacones, de conocer gente, de sonreír y acercarse con ojos pícaros.
Había vuelto a reírse de su sombra hasta que una noche cayó, a tus pies. Mientras la risa la invadía sentada en el suelo con su vestido de flores una mano se estiró hacia ella para ayudarla a ponerse en pie, al levantar la mirada y encontrarse con tus ojos se quedó en silencio. Aceptó esa mano cálida y se quedó frente a ti, con sus ojos brillantes por culpa del alcohol y del amor que siempre sintió por quién quiso ofrecerle protección.
Allí coqueteabais como si os acabaseis de conocer, pero en su mente estaba grabado algo que dijiste años atrás, en la barra de algún bar oscuro, abarrotado, acercándote a ella sin que nadie lo notase. Como siempre. El secreto mejor guardado, pero no. Hace muchísimo que dejó de ser un secreto. 
Y todos creen que ella es frágil y tú eres brutal, pero tal vez ella es el lobo feroz y tú el tierno ternerito. Quizá hay mucho de secreto en esas miradas seductoras y las sonrisas cómplices. 
El juego del lobo y la oveja, 
El coqueteo de los leones.
El amor de cada puerto.

viernes, 22 de mayo de 2020

A tus pestañas.

Daría mi alma por volver a posarme en tus pestañas, esas que miran cuando nadie está observando.

Tus pestañas, que acarician el alma de quien es capaz de ver dentro de tus ojos, más allá del veneno de tu boca. 

Yo caí, recaí, me rehabilité, caí de nuevo mil veces, una vez más con mayor intensidad. Ahora finjo no ser adicta, busco algún opiáceo sintético que me haga salir de ese pozo de felicidad transitoria en el que me sumerjo al volver a tocar tus manos. Pero cada noche mi mente vuelve a ti, a contar los lunares de tu espalda, a morder tus brazos, a embelesarse en tu sagaz sonrisa, a apoyarse en tu pecho para oír latir un corazón que muchos creen ser tan árido como el desierto de Atacama.

Ellos, ellos no han mirado tus pestañas para ver florecer el Keukenhof en la curva de cada una de ellas.

Aún recuerdo la primera vez que tus pestañas decidieron dirigirse hacia mí.

Quiero volver. Volver a abstraerme sentada en ellas.
Volver a besar tus pestañas. Volver a tenerlas.

viernes, 15 de mayo de 2020

Dame cinco minutos de tu vida, por favor.

Puede que nunca vayamos a funcionar juntos, pero es que tampoco funciono sin ti.

Lo sé porque eres la única persona a la que le he dicho "dame cinco minutos de tu vida, por favor." , cuando yo no podía sostener el peso de la mía en mis hombros. 

Ojalá no fuese tan difícil. 

Nunca vas a echarme con la fuerza suficiente como para que yo ya no sepa volver, porque tú tampoco podrías recogerme de nuevo.

Hace mucho que no te digo un "te quiero"; tal vez porque me di por vencida, tal vez porque ese amor ha cambiado y no necesito decirlo. El universo entero lo sabe. Sea como fuere, he aceptado como somos con una calma que a mí misma me sorprende.

Probablemente volvamos a abrazarnos, o no.
Quizá alguna noche volvamos a dormir juntos, y yo vuelva a despertarme antes que tú para que nunca sepas que, cuando los nervios se rinden al sueño, te abrazo.

Ojala vuelva a escucharte hablar de esas cosas que sólo tú eres capaz de lograr que me interesen, dejándome fascinada una vez más.

No dejes de alumbrarme.

Eres mi luna en cuarto menguante.


domingo, 10 de mayo de 2020

Volvimos a hacer una tontería.

Ahí estaba yo.
Desnuda en tu cama, otra vez.
Con mi nuevo cuerpo, no el que viste la última vez. Mi nuevo cuerpo, ese en el que aún no logro encontrarme del todo.

Me mirabas con un amor que nunca antes había visto en tus ojos. Al menos no conmigo.

Hablábamos; mientras yo trataba que no notases que ya no me siento segura en mí, y de pronto lames un tatuaje en el que nadie se ha fijado nunca. Me río.

-¿Qué le digo a la gente cuando me pregunte porqué te has tatuado eso?

Lo preguntas y no estoy segura de si es un reproche.

-Dile que me pregunten a mí, que es cosa mía, que estoy loca.

Seguimos ahí, como si no supiésemos que hemos vuelto a hacer una tontería. Pero si lo sabemos, aunque ahora no nos importa.

Se acaba el tiempo que tenemos para estar juntos.

Te abrazo en la cocina. Me abrazas en la cocina.

-Nunca había estado en tu cocina.

Te beso mil veces antes de irme.

-Vas a llegar tarde, besucona.

No me importa llegar tarde, quiero quedarme ahí. Necesito quedarme ahí.
Te beso otras mil veces.
Me miro en el espejo antes de irme.

-Estás muy guapa.

No pienso lo mismo, pero sonrío.

Un último beso antes de separarnos.

domingo, 10 de diciembre de 2017

Cortesía.

Después de tanto tiempo, de las lágrimas y de las risas. Cuando ya no queda "nada" es cuando podemos decir todo lo que nos venga en gana.
Hace un año yo tenía escrita una fábula preciosa, sobre como hay que dejar que cada quién coja su camino y saber respetarlo, sin dejar perder el cariño a esa persona solo porque su decisión no nos guste. Era para ti, de nosotros. Pero me enfadé, y se perdió, y ahora tal vez esté en uno de tus folios reciclados.
Solo quiero que sepas que cuando nos veamos yo querré abrazarte, pero no lo haré. No lo haré por respeto, por orgullo, por amor propio. Por miedo a que ya tus abrazos no me digan nada.
Que tal vez te sobren personas y te falten otras, pero la vida va así, en tránsitos. 
Estuviste en mi vida, y me llevo un recuerdo dulce y empalagoso: como una piruleta. Ahora no somos, no existimos. Vivimos en planetas distintos, aunque siempre lo hemos hecho, pero espero que si en algún momento nos cruzamos de nuevo tengamos el valor de acercarnos y saludarnos con una sonrisa. 
Me gustaría que tú también tuvieses un recuerdo bonito de mi paso por tu vida, pero, ahora que lo observo todo con una calma que jamás había conocido, creo que no vas a recordar eso como algo bonito, porque tal vez yo como persona soy demasiado difícil de entender, de llevar, de aguantar. A veces ni siquiera yo hago ninguna de esas cosas.
He aprendido a borrar el dolor, que ha pasado. Pasó hace mucho tiempo. A una Olga que ya no está, a un amor que no fue amor, a un Samuel que hoy se hace grande.
Este es mi regalo para ti, unas palabras que no he leído, pero que mientras escribía no había una sola pizca de amargura o reproche. 
Que te quise, y que siempre tendrás un hueco en mi hombro si necesitas llorar, una sonrisa que te ayude a levantarte o unos brazos que te aguanten. Siempre que tú lo quieras y lo pidas.
Yo crecí, y volví a ser algo que ya echaba de menos.
Solo te pido que te acuerdes de mi una vez al año, aunque no digas nada.

viernes, 18 de septiembre de 2015

Destinatario (des)conocido.

A ti, que siempre has creído que yo podría lograr algo. Que me apoyas cuando ni siquiera yo estoy segura de lo que hago...
Gracias.
No me quedan palabras para ti, o me quedan demasiadas y no sé cómo hacerlo. En realiad hay tantas cosas que decir, tantas palabras agolpadas en la garganta que se quedan en silencio. Y cuando al fin consigo articular algunos fonemas me siento tan ridícula...
Mis mil maneras de hacer el rídiculo, mis mil maneras de echarte de menos y decirtelo.
Quizá ya no tenga sentido buscarte, quizá debiera darme por vencida; rendirme. Esa era el plan... Pero vuelvo, moribunda, a esta lucha absurda.
Búscame, prométeme hacerlo si me extrañas...Yo seguiré escondida en cualquier Diciembre...

De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía...