miércoles, 16 de junio de 2010

Cosas.

Aquella noche decidí pasarla en la biblioteca, en ese lugar donde me escondo cada vez que algo no anda bien. O cada vez que me apetece llamarte para ir a dar una vuelta. Era ese lugar que me obligaba a centrarme en cualquiera de los libros que estaba leyendo o en estudiar para mis exámenes, esos que llevaba regular.

Llegué y me encontré con un amigo al que no veía desde mis anteriores exámenes cuatrimestrales, a pesar de que lo quiero muchísimo. Entré en la sala y rodeada de niñas que no paraban de hablar me dispuse a estudiar cinco temas de lingüística.

De pronto llegó alguién y se sentó a mi lado, miré pero no le conocía así que lo saludé y continué con mi intento de estudio, ya que durante la tarde había estado luchando contra mis deseos de pedirte un rato.

Conseguí mantenerme concentrada durante dos horas y al levantar la mirada descubrí que en la sala de lectura número tres del Galileo solo quedabamos seis personas. Mi compañero de mesa, las que comían chucherías, un niño escuchando música, el amor de mi vida y yo.-Vale, no es el amor de mi vida, ni siquiera he hablado con él. Ah si! una vez nos dijimos hola. Siempre lo veo en mis noches de estudio.-

Y sin saber cómo a las siete de la mañana estaba dando un paseo hasta casa con el chicho que había estado toda la noche sentado a mi derecha.

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De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía...