domingo, 13 de junio de 2010

Lo único.

Dos besos, un par de abrazos y una docenas de sonrísas. Eso era lo único que podría definirse como cierto en un encuentro de los dos. Podíamos hablar de cualquier cosa; pero yo nunca podré saber cuando estás diciendo la verdad, de hecho ya no creo nada de lo que dices.
Era lo único que tú estabas dispuesto a darme cada vez que nuestros caminos se cruzaran y en este punto de mi vida me daba cuenta que era lo que siempre había necesitado de ti. Solo eso.

Me había cansado de buscar en ti algo que nunca encontraría, porque no existia. Yo te había idealizado, olvidando que a veces no vemos las cosas de forma objetiva. Ya no quería verte todos los días, no tenía ganas de oir como me dices Olguita.
Pero tenías que volver, tenías que aparecer de nuevo mientras yo disfrutaba bailando. Y fue entonces cuando me di cuenta de que solo quería de ti esos dos besos en las mejilas, el par de abrazos que me correspondía después de todas las tardes intentando hablar contigo y una docena de risas acumuladas en cinco minutos de conversación. No necesiataba nada más, era la dosis de ti que me hacía feliz sin volver a engancharme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía...