lunes, 14 de junio de 2010

Encuentro.

Me había llamado para quedar por lo que pude deducir que algo no iba bien, nunca me llamaba si en su vida todo era como él quería, yo era aquello que solo aparecía cuando necesitaba un abrazo o una sonrisa.

Y allí estaba yo, preciosa para él, como una idiota a la hora exacta. Él ya había llegado, como siempre tenía la necesidad de tomarse un café mientras me espera. Medité un momento en la puerta mientras venía a mi cabeza la frase de la canción que había escuchado en el autobús de camino al bar: “solo soy un pasatiempo a tu merced”. Entré y me senté a su lado sin ni siquiera saludar. Tras unos segundos sin hablar, mientras yo cabizbaja pensaba en algo que no debería y aquel que parecía no haberse dado cuenta de que había llegado, el silencio del alboroto del café se rompió.

-¿Estás bien?
-Si-contesté sobresaltada-, ¿por qué no iba a estarlo?
-Tus ojos…no sé.

Me toqué las cuencas, donde sabía que alguien había pintado de un color malva, y me dí cuenta de a que se refería: estaba llorando.

-Ah, no te preocupes. No es nada, ni siquiera lo había notado. ¿Tú cómo estás?
-Bien. Al menos no lloro.
-Déjalo estar, por favor. Odio que no dejéis estar mis cosas. Hemos quedado porque tú me has llamado, y solo lo haces cuando pierdes el rumbo.
-Contigo no puedo perder el rumbo, eres la persona que mejor sabe el camino que quiere llevar.
-Exacto, sé que camino quiero llevar no el que tú buscas. Nuestros caminos siempre han sido muy dispares y lo sabes.
-No serán tan dispares si estamos aquí los dos: en el mismo sitio, a la misma hora y hablando de cada uno. Intentando que entiendas algo.
-Te dije que ahora soy algo muy distinto a lo que dejaste aquí hace cuatro meses. Yo ahora no entiendo nada, lo siento. Puedo escucharte si eso te vale.
-Me basta con que estés sentada a mi lado, sabes que es lo único que me apetecía desde el viernes.
-Pues has tardado cuatro días en hacerlo, de modo que permíteme deducir que había otras con quién querías hacer otras cosas, aunque fuese porque es una necesidad biológica.-Lo miré, me sequé las lágrimas que quedaban y con una sonrisa burlona añadí algo para quitarle peso al reproche que acababa de hacerle- Pero no te preocupes, yo también he satisfecho mis necesidades biológicas.
-Tendré que matar a quien haya satisfecho esas necesidades tuyas.-Dijo vistiendo de broma sus enormes celos. La verdad es que no podía soportar la idea de que otro le hiciera eso que ellos habían hecho de forma tan especial una vez.
-No mates a nadie, he sido yo quien ha ido a buscar a esas personas, además yo no he matado a todas con las que tú…De haberlo hecho la población femenina hubiese sufrido un curioso descenso en poco tiempo.

Los dos se rieron, sabiendo que tenía razón. A ninguno de los dos nos gustaba que otras personas se follaran al que teníamos al lado, la diferencia es en que yo estaba acostumbrada a que él lo hiciera y él creía que yo no necesitaba sexo sin sentimiento.

-Bueno, ya puedes decirme lo que sea.
-Ya lo sabes.
-¿Qué?
-Te quiero-Lo dijo a sabiendas de mi rechazo a esa sucesión de sonidos producidos por su voz-, y quiero que hagas algo conmigo.
-Sorpréndeme-Sabía perfectamente que su respuesta me sorprendería.
-Como te dije me he comprado una casa, y quiero que tú me ayudes a amueblarla y eso.
-Si yo elijo contigo la decoración cualquier chica que lleves sabrá que una tía te ha ayudado a hacerlo.
-En ese caso, procuraré llevarte solo a ti. Cada día.
-Joder, si que tienes que estar mal para decirme eso. Pero no por estar todo el día juntos vamos a llevarnos mejor.
-Nos llevamos mal por una sencilla razón, cielo.
-Dime, pues, ese motivo.
-No soportamos querernos.
-Yo no te quiero.
-¿A no?
-No, nada.
-Entonces yo a ti tampoco, ya nos llevamos bien.

Tuve que reírme, yo sabía perfectamente que lo quería; de hecho nunca hasta ahora no lo había negado. Y él, él sabía que yo sería la persona que menos estaría en ese hogar que ayudaría a decorar.

Nos quedamos callados, mirándonos y cada vez su cara estaba cerca de la mía.

-Debería irme a estudiar, ¿no crees?
-La verdad es que creo que deberías quedarte un poco más.
-Vamos a estropearlo todo si me quedo.
-No, nada se va a estropear.
-…Por favor. Hoy no.
-Está bien, deja que te acompañe a casa al menos.
-Por supuesto.

Pagó su café mientras yo me ponía el bolso sin terminar de creer que le había negado un beso. Y nos fuimos de la mano. Llegamos a un portal, abrió la puerta, subimos al ascensor hasta el tercer piso.

-Ya estamos en casa.
-No, esta no es mi casa. Y no lo será nunca si sigue sin muebles.-La frase acabó con una sonrisa que me decía que era allí donde todo empezaría de nuevo.
-Te has dado cuenta- soltó entre risas.
-Me voy a casa-me dirigí a la puerta mientras el se quedaba pensando en no se qué-, cuando quieras que vayamos a por los muebles me llamas. Creo que si voy a pasar aquí algún día.

Se giró con una sonrisa y me dijo adiós con la mano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía...