jueves, 3 de junio de 2010

No me provoques.

Habíamos quedado en el mismo sitio y a la misma hora de siempre, pero yo sentía muchas más ganas de verte que de costumbre. Tenía tantas ganas que ni siquiera ver a ese alguien que descoloca mi vida me las quitó.

Llegaste y sin más salí corriendo a abrazarte y seguidamente te pregunté si estaba guapa mientras giraba sobre mi misma con aquel vestido verde de tirantas. Al dejar de girar pude ver tu sonrisa, por fin. A modo de respuesta me cogiste en brazos y bajaste la escalera de la plazoleta.

Me dejaste en el suelo, me diste la mano y empezamos nuestra típica discusión tonta sobre el lugar al que dirigirnos, supongo que deberíamos pensar dónde ir antes de quedar concluí con una mirada burlona.

Por fin nos decidimos, y fuimos a uno de esos parques que tienen tanto césped. Empezamos a hacer tonterías y a reír a carcajadas, todo el mundo estaba mirándonos pero eso nunca nos importó. Ni importará porque nos vemos una vez cada tres meses y hay que aprovecharlo. Sin saber como acabaste encima mía y de pronto dejamos de reírnos tanto y nos quedamos mirándonos sin más. Yo me mordí los labios y de repente una palabra cruzo mi cabeza "comprometido". Era cierto, él iba a casarse y yo tan solo podía ser algo que el pasado no dejo que pasara; y ahí estábamos sin saber que hacer...

Pero al final lo hice, y no es mi culpa es que no pude evitarlo. Se levantó, me dio la mano y aunque sabíamos que no estaba bien fuimos a su casa, la misma casa en la que en apenas un mes estaría viviendo con su esposa... Haciendo lo mismo que él y yo estábamos a punto de hacer.

-Me debes una ducha desde que teníamos 17 años, bueno desde que yo los tenía.
-Es cierto, pero como cuando tenías 17 años te duchas con otra...

Pero como se la debía, se la di. O mejor dicho nos la dimos y fue... Fue lo que tenía que haber sido hace ya muchos años. Después de la ducha decidieron tumbarse en aquella cama de matrimonio, con sabanas de un color inmaculado, aun sin profanar... Él consiguió dormirse apoyado en mi liso vientre tras jugar con el tatuaje que descansaba a la sombra de mi pecho derecho y con su mano rozando el de mi cadera. Yo por el contrario me quedé mirando su carita dulce, sí para mi seguía siendo aquel niño que conocí uno de los 28 veranos de mi vida y como le dije cuando cumplió los dieciocho estaba segura de que era el hombre de mi vida, pero los dos habíamos encarrilado nuestras vidas con otras personas, sin embargo acabábamos de hacer tambalear los pilares de ambas relaciones. A él no parecía atormentarle pero a mi me dolía hacer eso, aunque volvería a dejar que pasase si se diera la ocasión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

De lobos y ovejas.

¿Cuántas noches había pasado sin poder dormir? Al menos las noches que no durmió fue por entregarse al placer, por hacer lo que le apetecía...