viernes, 29 de abril de 2011

Exilio.


Quizá ahora nada me importe nada, tal vez algo de mí se cansó y abandonó; perdí la paciencia. Y es que ahora escribo desde el exilio de los ojos brillantes, desde el lugar donde nada tiene mucho sentido y casi siempre ando seria pensando en los riesgos de regalar cada mirada acompañada de una sonrisa a quien quiera recibirla. A quien le gusta eso de mí y me provoca.
La verdad es que no me va tan mal, apenas me hundo en el lodo y eso es gracias a personas que me miran consiguiendo meterse en mi mente y cambiando mis pensamientos de una letra a una imagen que me haga saltar y salir de ese fango que alguna vez al día aparece y no soy capaz de esquivar por mi misma…
Yo no soy quien soportará cada tontería, cada enfado… Yo no estoy enamorada. Me divertía y acabó doliéndome… Si es que siempre me gustó todo lo que me destruía, pero es el momento de mostrar las plumas de enseñar lo que siempre oculto. Es el día de salir de esta cuatro paredes que me asfixian para que sea otro quien lo haga. Hoy no seguiré el mandato de alguien que no sea yo.
Como el Ave Fénix resurjo de mis cenizas, y cada vez cobro más fuerza, más rabia, más seguridad, más formas de ver la vida… Esta vez sé que no volveré a quemarme en mucho tiempo; sí, soy de fuego y abrasaré a todo aquel que se interponga en mi camino sin problema alguno, sin poner miramientos.
Me gusta este exilio, he de reconocer que al principio añoraba aquellas tierras de las que vengo. Pero ahora, con algún momento de nostalgia, he descubierto que ese es mi sitio, que esto que hay ahora es lo que siempre fui; la que siempre quise ser. Y aquí estoy, orgullosa de, por una vez, haber dejado de correr sola por el mundo para descansar y disfrutar cada momento.
Al final, puede que tengas razón y que lo mejor era que me quedase calladita.

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